¿Y tú te eres fiel?

Hace dos años que me separé no sabía qué hacer para año nuevo. Así que le llamé a mi querida amiga Moni para unirme a su plan. Ella y su familia, como siempre lo hacen, me recibieron con los brazos abiertos y llenas de cariño. Fue para mi un año nuevo en muchos sentidos. Nunca había decido qué hacer en año nuevo. Siempre la pasé con mi familia y luego alternábamos un año con mi familia y otro con la familia de mi ex. Así que estrené hacer lo que yo decidiera. Festejamos en el San Angel Inn, nunca había festejado ahí. Bailé toda la noche y fue una noche nueva y me encantó la idea de festejar los años nuevos estrenando experiencias totalmente inéditas para mí. Así que este año que me volvió a tocar sin mis hijas decidí ir con amigos a la Sierra de Oaxaca a festejar el año nuevo. Era algo que desde hace mucho se me antojaba, hacer ecoturismo en algún rincón mágico de nuestro país. A mi ex no le llamaba la atención para nada este tipo de vacaciones así que renuncié a hacerlo. Cuántas veces renunciamos a ilusiones, proyectos, intereses, deseos? Cuántas veces renunciamos a nosotros mismos? Y claro es que no es fácil, si quieres tener una relación debes darle espacio al otro. Cualquier tipo de relación, con un apareja, de amistad, con un hij@… implica darle un tiempo, hacerle un espacio y en ocasiones renuncias. Pero creo que muchas veces lo hacemos al costo de ceder en asuntos que en verdad son prioridades y acabamos convenciéndonos de que en realidad ni era algo tan importante para nosotros, cuando sí lo es! Y entonces nos vamos perdiendo oportunidades, intereses, gustos, experiencias… creo que en realidad nos vamos perdiendo a nosotros mismos. Y entonces qué podremos ofrecerle al otro?…
Sentada a la mesa de Don Eli, disfrutando de sus historias que dejan ver su visión de la vida, encantada con el paisaje que enmarcaba su horno de ladrillos, pelaba almendras, y ajos para juntos preparar mole con la receta que ha pasado de generaciones en generaciones en su familia y que ahora comparten con los visitantes a quienes abren su casa y sus corazones. De por sí, ya el sendero que nos llevó a su hogar resultó absolutamente disfrutable, pero su fascinante forma de narrar, lo resultó aún mas. A través de su detallada forma de contar historias, nos platicó sobre la boda de su hijo. Con gran orgullo nos aseguró que cuando su hijo y nuera decidieron a hacer la lista de invitados, él se negó rotundamente. Pero si todos son mis amigos, todos somos comunidad, todos somos hermanos. Que feo está eso de tachar a algunos. ¿Pues a quiénes podríamos tachar? Así invitaron a todo el pueblo y lo mismo hicieron con el pueblo de su nuera. 500 invitados recibieron y a 500 invitados atendieron con todo su cariño, e imagino que con toda la calidez con la que nos recibieron a nosotros también.
Mientras poníamos a tostar el ajonjolí, las pasas y el tomillo, nos contó orgulloso cómo la educación ya no es igual, ya no les enseñan como a ellos. Su maestro sí les enseñó a redactar oficios, actas y pagarés. Nos detalló cómo cuando fungió como secretario de su comunidad le fueron tan útiles dichos conocimientos.
Al tiempo que derretíamos el chocolate en su estufa Lorena (llamada así pues está rellena de lodo y arena) nos participó. “Ahora tengo la ilusión de llegar a tener 500 macetas de fresas.” Le regalaron unas 15 y tiene ya 25, de hecho llegó a contar con 30 pero algunas se las han querido comprar y pues él las ha vendido.
Cuando finalmente nos sentamos a compartir la mesa y a disfrutar del delicioso mole con pollo y arroz preparado entre todos, nos confesó que al principio no sabía cómo recibir a los touristas que se apuntaron a su taller de cocina tradicional. El agente de viajes le aseguró que mostrándose tal y como es. Que eso sería lo que encantaría a los visitantes. Que se conservara fiel a sus formas. Eso hizo y efectivamente nos encantó tal cual es.
Cuántas veces sentimos que por agradar al otro, que por conservar una relación tenemos que cambiar, renunciar… es más dejar de ser nosotros mismos? Aprendamos de Don Eli, mantengámonos pues fieles a nosotros mismos. Si renunciamos a lo que en realidad son prioridades para nosotros, poco a poco iremos vaciando nuestras vidas y esto puede llevarnos a quedar muy resentidos con el otro o inclusive a deprimirnos. En cambio mantenernos fieles a nosotros mismos, nutriéndonos de lo que sí es importante para nosotros, de lo que en verdad disfrutamos, desarrollando intereses, disfrutando nuestros gustos, explotando nuestros talentos, persiguiendo nuestros sueños, nos dará riqueza interna. Esto llenará nuestra vida de sentido y de momentos felices y además, en realidad, así tendremos mas que ofrecerle al otro. Y paradójicamente, no renunciar todo el tiempo a nosotros mismos nos llevará a tener vínculos mas fuertes, en donde el otro se nutrirá de la riqueza de nuestras vidas y aprenderá a darle importancia a nuestras prioridades tal como nosotros lo hacemos. Además tendrá una pareja, amig@, mamá o papá mas feliz y mas pleno y eso aportará muchísimo a la relación. Y claro a veces también habrá que darle espacio, importancia, un lugar a las prioridades del otro.